Umberto Eco sostiene que la imagen –forma comunicacional por excelencia en nuestros días– anula la imaginación. Los que peinamos (peinábamos o teñimos) canas, teníamos nuestra propia imagen de Peter Fox o de Sandokán. Así también lo teníamos de esas reinas que nos describían con soberbia retórica los novelistas románticos. Estas imágenes se formaban desde la “no imagen”, es decir desde la imaginación. La radio nos traía sonidos (en forma de voces) a las que cada uno le ponía su propia cara. La palabra escrita (sólo silenciosa, nunca muda) también.
Después, la vida nos mostraba con feroz patetismo las verdaderas caras de los dueños (o dueñas de aquellas voces), a veces nos sorprendían, otras nos embelesaban, la mayor parte de las veces, nos decepcionaban. A las palabras escritas se le imponía una encarnación que generalmente se amasaba en oficinas de producción. Fue así que llegamos a acuñar la frase: “me gustó más la novela”. Las reinas de veras (las de la realeza) se parecían bastante poco a aquellas descripciones estilo Dumas. Y no sólo las reinas, algunas princesas estaban a “años luz” de la belleza de Audrey Hepburn. Recuerdo –a propósito– la figura de “la infanta” Carlota en una fotografía tomada en ocasión de una visita a nuestro país, para los festejos del centenario, que me exime de toda opinión.
Ha de ser por razones similares a las que sostenía Eco que, cuando uno se encuentra ante la presencia de alguien que coincide con alguna de aquellas construcciones de la imaginación, algo interno se moviliza. Si, además, advertimos que este sentimiento es común a otros, se produce un momento que parece rozar lo mágico.
El miércoles 8 de octubre, Alicia Berdaxagar nos ofreció una charla en nuestra Sala Olga Berg. La conducción estuvo a cargo de Stella Matute.
Alicia habló sobre teatro, sobre su vida, sobre sus amigos. Para terminar, tuvo la delicadeza de obsequiarnos “En paz”, quizá el más emblemático de los poemas de Amado Nervo; fue allí que todos sentimos sobrevolar la presencia de lo mágico. Y aquí retomo el hilo, porque desde que Alfonso de Grazia la llamó “La Reina”, así se conoce a Alicia Berdaxagar en el ambiente teatral.
Se ha debatido desde hace casi tres milenios sobre “la verdad” y “la realidad”; los actores saben (y muy bien) que hay una dimensión muy especial donde cabe una “verdad” muy especial. Quizá etérea y algo lábil, pero tan contundente y compartible que es capaz de crear una “realidad” diferente a partir de la sensibilidad de una actriz como Alicia Berdaxagar.
El miércoles 8 de octubre un auditorio notoriamente fascinado escuchó a “La Reina”. Y… ¡Qué acertado estuvo Poncho De Grazia!
SECRETARÍA DE CULTURA DE LA